martes, 19 de octubre de 2010

EL OCASO

TIEMPOS AMARGOS
Qué lejos quedan aquellos años de la transición a la democracia en España. La muerte de Franco, la llegada de Juan Carlos I, un nuevo rey para un pueblo que nada sabía de monarquía o república. Se celebraron como un gran acontecimiento aquellas primeras eleciones libres después de tantos años. Fue el momento de no mirar atrás, de construir un futuro. Eran muchas las dificultades, pero estábamos dispuestos a lograr un acuerdo político aceptable que a todos pudiera integrar. El Partido Comunista de Santiago Carrillo pagó un alto precio por su legalización. Renunció a la bandera tricolor republicana, nombre y símbolos. La hoz y el martillo quedaron atrás en los archivos de la historia. Ganó aquellas elecciones el pueblo español, aunque fue UCD con Adolfo Suárez  y su "puedo prometer y prometo" quienes allí estaban para dar un gran ejemplo a la Patria.
Años después, conmocionados por un grave atentado terrorista, acudimos a votar en unas elecciones en las que se presentaban José Luis Rodríguez Zapatero por los socialistas y Mariano Rajoy por el Partido Popular. Ganó el Partido Socialista y en la primera legislatura dilapidó la herencia recibida. Posteriormente, comenzó una etapa de sectarismo político y persecución de cualquier opinión discrepante con el poder. La ausencia de un proyecto político integrador para España, una excesiva carga ideológica en la acción del Gobierno, han tenido efectos devastadores en las libertades públicas. Nada queda de las ilusiones de aquellos momentos, de las promesas de un futuro para todos. La crisis económica internacional nos ha afectado con dureza, al encontrarnos con un modelo económico, heredado del franquismo, demasiado rígido, que no se había adaptado a las necesidades de la nueva sociedad del siglo XXI. Que haya elecciones no quiere decir que haya democracia, son cosas distintas. Todos debemos aceptar los resultados, sean cuales sean. El Gobierno debe ser sensible a las demandas de todos los ciudadanos y atender a sus necesidades manifestadas en las Cortes a través de sus representantes. Hemos aprendido una dura lección. Que sea para bien.
Jesús María Uriz

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