domingo, 1 de diciembre de 2013

ADVIENTO, TIEMPO DE CONVERSIÓN

Con el tiempo de Adviento se inicia un nuevo año litúrgico. La Iglesia se prepara con nosotros para la Navidad permaneciendo vigilante y expectante ante la inminente llegada del redentor. Es un tiempo de penitencia y renovación interior. Llega el Señor con un mensaje de paz y de concordia. Nos trae la luz en medio de la permanente oscuridad en la que vivimos. Es una llamada a la conversión para alejar de nosotros el egoísmo, la indiferencia, el desamor y toda clase de pecado. El Adviento es tiempo de una gran esperanza en el futuro que llega con Cristo Salvador y Redentor del hombre. Son tiempos de zozobra e inseguridad que nos deben mover a cuestionarnos nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos. Espera, venida y encuentro (con Dios), estos son los pilares sobre los que se fundamenta nuestra fe. Nos preparamos para la llegada de un Niño que nos trae un mensaje revolucionario: el amor como guía y camino para nuestra existencia. Ese Niño que pudiendo nacer en los mejores palacios eligió un lugar tan humilde como un establo donde, en los primeros momentos, unos pastores le adoraron y le dieron sus pequeñas ofrendas. Una lección que debemos aprender y un motivo de reflexión para nosotros. Caminemos pues hacia la luz. En Belén nacerá un niño, al que pondrán por nombre Jesús, pues salvará al mundo. Así lo anuncia el profeta. No sé hasta qué punto somos conscientes del cambio y renovación de nuestras vidas y comportamientos que necesitamos. Es el momento que abrir nuestras mentes y colaborar todos para que pueda ser realidad ese mundo nuevo, sin penas ni tristezas donde pueda triunfar el amor que nos trae ese Niño que nace en Belén.

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