martes, 22 de marzo de 2016

JUEVES SANTO

   
Nos disponemos a celebrar,  con gran solemnidad, la festividad del Jueves Santo. Los desfiles procesionales por nuestras calles tienen una amplia participación popular. Pueden considerarse como un anticipo de la Pascua. Reunido con sus apóstoles en una Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Tal es el amor que nos tiene que se queda con nosotros para guiarnos por el camino de la salvación. Todos estamos invitados a participar en la cena instituida por Jesús. En esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Aceptemos este gran don con el firme compromiso de servir a nuestros hermanos. El evangelio de Juan que hoy vamos a escuchar y meditar nos narra el lavatorio de los pies. Jesús interrumpió la cena, se quitó el manto, se ciñó una toalla, echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de sus discípulos. Este hecho produjo sorpresa general, pues era una tarea propia de esclavos. Jesús nos da una lección que no somos capaces de entender. Éste es el mejor camino para  seguir a Jesús: vivir como servidores unos de otros.  Traicionado por Judas, uno de los doce, Jesús vive, conscientemente y de manera anticipada, su pasión y su muerte. En el Huerto de los Olivos, tendrá momentos de angustia difíciles de soportar, su soledad, su compromiso de cumplir la voluntad de Dios, su obediencia y su confianza en Él. Hoy iniciamos la fiesta de la "crisis pascual". Supone la lucha entre la muerte y la vida, que nunca fue absorbida por la muerte, pero sí combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria, pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha de quienes conseguimos la victoria porque nuestro arma es el amor.

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