sábado, 30 de septiembre de 2017

CATALUÑA, DIVIDIDA ANTE EL 1-O

    Es una mañana de otoño, el cielo está nublado y ha llovido. Escribo, en Pamplona, de un tema que ya cansa por repetido. Cataluña se enfrenta, en una dolorosa situación, a un dilema terrible. En un clima de violencia, a veces soterrada que puede ser real en cualquier momento. No puedo evitar el recuerdo de cuanto he podido conocer de la última experiencia republicana hace ocho décadas. Sí, políticos de entonces intentaron la secesión de Cataluña. Poco duró el experimento que el Gobierno legítimo de la República aplastó sin contemplaciones. Tuvo un costé en vidas humanas que debemos lamentar. Enfrentarse al Estado, siguiendo a políticos nacionalistas sin escrúpulos, no es un juego de niños. Tiene riesgos que todos debemos conocer. No se puede crear una falsa legalidad por procedimientos que causan estupor por la ignorancia de las más elementales reglas de la democracia. La discrepancia es perseguida. No hay debate sobre las consecuencias de seguir este camino que pretenden sin retorno hacia el abismo. El 14 de abril de 1931 se estaban celebrando elecciones municipales en España. Sin conocer el resultado final del escrutinio de los votos, Alfonso XIII con el fin de evitar un enfrentamiento entre españoles abdicó y partió hacia el exilio. En ese momento de vacío de poder, un golpe de Estado revolucionario propició la proclamación de la República. Debemos aprender las lecciones de la Historia para no repetir errores. No debe ser necesario insistir en que cualquier acto que se realice con el fin de proclamar la República en todo o en parte de España debe ser rechazado con la máxima energía. No hay vacío de poder en España en la actualidad. Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial están activos y deben dar la adecuada respuesta. Quienes  defendemos la vigencia de la Constitución de 1978 no estamos solos. No es tiempo de tibieza. Que cada cual cumpla con su deber. 

domingo, 24 de septiembre de 2017

CATALUÑA EN LLAMAS

No es fácil para mí escribir sobre la situación en Cataluña sin dejarme llevar por el más agudo pesimismo y el temor por un futuro incierto. Desde Navarra, quiero expresar mi solidaridad con los catalanes, víctimas del nacionalismo más extremo. Durante años, nos han hecho creer que quienes se doblegaran a llevar el yugo que nos colocaban, vivirían en una Arcadia feliz. Un mundo imaginario donde no habría problemas y todos podrían comunicarse en un idioma tan maravilloso como el catalán. Sus jefes han ignorado la Constitución, que a todos protege. También su propio estatuto de autonomía, muy generoso y la señera, su bandera. Nada es suficiente para alimentar el monstruo que por acción u omisión entre todos hemos creado. De manera atropellada, los sediciosos han aprobado, sin nadie que les pudiera molestar, una falsa legalidad que nos quieren imponer a todos los españoles. La separación de un trozo de nuestra patria, España, es muy doloroso para quienes sufrimos los azotes del nacionalismo, en Navarra el vasco. Referéndum es una votación para aprobar o no una decisión política previa. La votación del 1-O no cumple los mínimos requisitos democráticos. Está basada en un conjunto de falsedades que a nadie permiten rebatir. La independencia total, en la actualidad no es posible. Todos dependemos de todos. La participación en diferentes organismos supranacionales supone una cesión de soberanía que aceptamos por el bien común. Nadie ha podido defender el voto negativo, ni una prudente abstención. La eliminación de un mínimo de votos para dar validez al referéndum supone que solo con el voto positivo del señor Puigdemont sea suficiente para dar una falsa validez al resultado. Una aberración democrática. Que Cataluña está en llamas es todavía una afirmación retórica, que puede ser real si nadie pone fin a esta pesadilla.